miércoles, 14 de enero de 2009

Una respuesta, por favor.

¿Donde están mis muertos? No tengo muchos, pero ya son demasiados.
A pesar de la absurda idea de un encuentro en el cielo azul e inexistente, que maravilloso sería. Al menos una vez más, al menos, otro abrazo.
Lo terrible no es la muerte en sí.
Se trata de la desaparición. De la ausencia repentina y eterna (muy eterna) en la vida de los que quedan respirando, latiendo y dando vueltas sin entender cómo y sin saber dónde.
¿Donde está el olor, la textura de las manos, la voz, la presencia, la manera de caminar, la sonrisa, la mirada ...?
¿Qué pasa con las horas y los días no vividos? ¿Quién se los devuelve? ¿Quién me lo explica?
No necesito saber que la vida es así, la naturaleza y su puta madre. Tampoco me interesan los recuerdos, la memoria y demás verdades. No, hoy no. Hoy solo me sirve la exactitud, la respuesta concreta e imposible.
No quieran convencerme, nunca seguí al mejor postor.
Cierro los ojos, respiro, intento pensar, y el vacío se engrandece.
Como se acostumbra uno, teniendo la certeza de que eso que dicen de las propiedades curativas del tiempo, es una completa farsa?
Parca: le pusimos nombre para darle forma, para convencernos de algo. Como lo del cielo. Nada sirve ante semejante debilidad.
Quiero verlos. ¿Donde están?

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